15 de febrero 2021
Por: Naid Nuñez
Seguramente muchos nos acordamos del nombre de éste libro editado en el año 2000, que contenía algunas fórmulas de liderazgo, resumidas en anécdotas y reflexiones para asumir la responsabilidad de las acciones, pero como su nombre lo indica, al final los homo sapiens, tenemos la habilidad de sacudirnos de ella, endilgado la consecuencias de nuestros actos a quien se nos venga a la cabeza; Es así como hábilmente se evade asumir dar respuesta a hechos que son el resultado de la acción u omisión de los deberes como ciudadanos o gobernantes.
La responsabilidad jurídica, ética y social, producto del accionar de un gobernante, sin duda nos atañe a todos, la imperante necesidad de desarrollar sensibilidad colectiva en nuestra sociedad, ajena a las orientaciones políticas, que buscan realizar señalamientos de conformidad con sus paradigmas partidistas, es algo que tenemos que decantar. La responsabilidad ante la ley, los derechos humanos, el medio ambiente, las futuras generaciones, la entidad pública o privada donde se trabaja o la actividad independiente que se realice, debe tener una perspectiva periférica que abarque toda la colectividad pues, de ella se deriva el bienestar social.
“Mantener el control hegemónico y centralizado en una geografía tan abrupta, es muy difícil y por eso acá no hubo grandes imperios como el inca (en Perú) o el maya (en México)” dice el antropólogo colombiano Jorge Morales Gómez, refiriéndose a Colombia, de igual forma se puede aplicar para un departamento extenso y diverso como Santander o una ciudad compleja como Bucaramanga, azotada por problemas de desempleo, inseguridad, agua potable en sectores especialmente vulnerables, feminicidios, ayer justamente fue asesinada una niña de 12 años, incapacidad de protección ambiental, lo vimos ante el desastre en Santurbán; la ciudadanía requiere un mea culpa, lo que éticamente esperaríamos los ciudadanos y no una infinita verborrea de culpabilidades asignadas al viento, una búsqueda de chivos expiatorios para alivianar sus propias incapacidades.
La búsqueda de soluciones demanda gobiernos serios con altura política, que acaben con la retórica de la intransigencia, que insiste en encontrar el muerto rio arriba y no hacer una deconstrucción de sus propios y equivocados puntos de vista, que están resquebrajando el tejido social de la ciudad y federalizado el departamento, un diálogo de sordos que puede llevarnos a una lapidaria condena de incremento de la pobreza y todo lo que ello conlleva.
La democracia debe criticarse así de misma, la tesis de carácter newtoniano, donde a toda acción se opone una reacción, es lo que se percibe en la voz de los de a pie, en los pobladores de la provincia, en las mujeres, los jóvenes y todo aquel que medianamente tiene que enfrentarse al devenir de la economía local, llena de peripecias e informalidad. Más que culpables, necesitamos al timonel de este barco encallado, para que plantee argumentos y modelos de bienestar y prosperidad para todos los sectores sociales, económicos y políticos, que estamos a la expectativa del plan de reactivación económica que de luces a estos momentos aciagos para muchas familias en la ciudad y las provincias que esperan pacientes la resolución de las problemáticas que están atravesando por culpa de esta pandemia que no da fin, de paños de agua tibia que no dan respuesta a los problemas estructurales de las comunidades o los barrios, cuyos líderes y lideresas están de manos amarradas ante la falta de soluciones como me lo han hecho saber varios comunales con los cuales guardo una cordial amistad. Pareciera que no queda más, si no esperar a que hagan como lo prometieron en campaña.
