11 de septiembre de 2025
La relación estratégica entre el gobierno del Presidente Gustavo Petro y el Estado de Catar ha sido vendida como un pilar fundamental para la nueva política exterior y el desarrollo económico de Colombia. Sin embargo, detrás de los memorandos de entendimiento y los anuncios triunfalistas, se esconden una serie de debilidades estructurales tanto de la administración colombiana como del propio socio qatarí que ponen en serio riesgo la materialización de estos proyectos y sus beneficios para el país.
Debilidades por Parte de la Administración Petro
1. La Incapacidad de Materializar Proyectos:
El sello distintivo de la relación hasta ahora ha sido el anuncio, no la concreción. El gobierno de Petro ha demostrado una notoria dificultad para traducir sus ambiciosas iniciativas en realidades ejecutadas. La visita a Doha en 2022 generó expectativas de inversiones billonarias, pero años después, los avances son mínimos o opacos. Esta brecha entre la retórica y los resultados erosiona la credibilidad internacional de Colombia y desgasta la confianza de los inversionistas, quienes esperan marcos jurídicos claros y procesos ágiles, no solo discursos.
2. Un Ambiente de Negocios bajo Asedio:
La constante retórica contra el sector privado, las iniciativas de reforma que generan incertidumbre jurídica y los roces con gremios económicos han creado un clima de desconfianza para la inversión extranjera. Para un fondo soberano como el de Catar, que busca rentabilidad y estabilidad a largo plazo, las señales contradictorias que emanan de Bogotá son una bandera roja. ¿Invertiría Catar fuertemente en un país donde el gobierno cuestiona constantemente el modelo de negocio de sus socios potenciales?
3. La Sombra de la Improvisación:
Las críticas apuntan a que la política exterior de Petro parece reactiva y basada en agendas ideológicas más que en una estrategia económica sólida y técnica. El acercamiento a Catar, aunque potencialmente beneficioso, carece a veces de la profundidad y la planificación meticulosa que requieren inversiones de esta envergadura, dejando dudas sobre la capacidad técnica de las entidades colombianas para negociar de igual a igual con un jugador experimentado y sofisticado como Qatar Investment Authority (QIA).
Debilidades y Riesgos por Parte de Catar
1. La Geopolítica del Gas y los Derechos Humanos:
Catar no es un socio neutral. Su influencia global está intrínsecamente ligada a los hidrocarburos y a una red de alianzas geopolíticas complejas. Para un gobierno que predica la «transición energética», asociarse con una monarquía absoluta cuya riqueza proviene de los combustibles fósiles es una contradicción evidente. Además, el historial de Catar en materia de derechos laborales (especialmente con los migrantes) y libertades civiles mancha la supuesta «ética» de la transición energética que pregona Petro, exponiendo al gobierno colombiano a críticas por asociarse con un régimen cuestionado.
2. Estrategia de Inversión Cautelosa y de Alto Nivel:
Los fondos soberanos de Oriente Medio son famosos por ser extremadamente cautelosos y selectivos. No invierten por filantropía, sino por rentabilidad y influencia estratégica. Es probable que sus compromisos en Colombia estén condicionados a garantías excepcionales y proyectos de perfil bajísimo, concentrándose quizás solo en los megaproyectos más seguros (como puertos), dejando de lado áreas de desarrollo social o regional que son clave para el gobierno. Catar puede fácilmente retirarse o congelar las inversiones si el entorno colombiano se vuelve muy riesgoso o si encuentra mejores oportunidades en otro lugar.
3. El Riesgo de la «Diplomacia del Chequera»:
Existe el peligro latente de que Catar utilice su potencial poder de inversión como herramienta de influencia política dentro de Colombia. La promesa de grandes capitales puede used para suavizar posturas del gobierno en foros internacionales o para ganar favoritismo en licitaciones, un modelo de «diplomacia del chequera» que Doha ha empleado en otras partes del mundo. Esto pondría a prueba la soberanía y la independencia de las decisiones nacionales.
La relación entre Colombia y Catar bajo el gobierno Petro es una apuesta de alto riesgo. Por el lado colombiano, expone la debilidad ejecutora y la inconsistencia de una administración que lucha por convertir su visión en proyectos tangibles. Por el lado de Catar, introduce un socio con un bagaje geopolítico y ético controvertido que podría no alinearse con los valores democráticos colombianos y cuyos intereses son, ante todo, financieros y estratégicos, no de desarrollo social.
Lejos de ser el gran triunfo anunciado, esta alianza es un espejo de las debilidades de ambos actores. Su éxito dependerá no de más anuncios, sino de la capacidad de Petro de generar un ambiente estable y confiable para los negocios, y de la voluntad real de Catar de invertir en un país lleno de potencial, pero también de desafíos profundos. Hasta entonces, seguirá siendo poco más que una promesa en el desierto.
